Die Kreuzen: La ejecuci贸n implacable del punk
En 1984, el hardcore punk ya hab铆a dejado de respirar. Aquellos que a煤n tocaban en garajes sudorosos cre铆an mantener viva una rebeli贸n, en realidad, acarreaban un cad谩ver. La furia que hab铆a caracterizado el movimiento se hab铆a convertido en clich茅 predecible, en g茅nero que devoraba sus propias entra帽as sin producir nada que importara. Las bandas enfrentaban una verdad inc贸moda: la m煤sica que hab铆an ayudado a desatar requer铆a mutaci贸n o desaparici贸n. En Wisconsin, Die Kreuzen se neg贸 a elegir entre ambas opciones. Su debut no era punk, era la autopsia de todo aquello. Bajo la precisi贸n quir煤rgica de Spot, el ingeniero de SST Records que hab铆a grabado desde Black Flag hasta The Minutemen, Die Kreuzen no evolucion贸 el g茅nero. Lo destroz贸 desde adentro.
Dan Kubinski no cantaba, vomitaba frecuencias. Su voz atravesaba el micr贸fono como materia viva rechazando su propio cuerpo, cada nota una herida que sangraba rechazo visceral. En los conciertos, la mayor铆a cre铆a que algo fallaba en el equipo de sonido. No fallaba nada. Kubinski era el fallo, el glitch que hac铆a imposible mirar hacia otro lado. Su abrasi贸n no buscaba agradar, buscaba el dolor como m茅todo. Brian Egeness en guitarra operaba desde una l贸gica que el hardcore rechazaba por principio: la sofisticaci贸n compositiva sin abandonar la crudeza. Sus riffs evocaban el caos controlado de PIL, la densidad de King Crimson destrozada en fragmentos, la frialdad de Venom. Cada nota entraba en conflicto con la anterior. En la bater铆a y bajo, Keith Brammer y Erik Tunisin creaban una tensi贸n que hac铆a sospechar que el disco colapsar铆a en cualquier momento.
Grabaron en una semana. Spot cobr贸 apenas unos cientos de d贸lares. Luego, Die Kreuzen pas贸 meses trabajando empleos de nueve a cinco para costear la edici贸n, tocando en una camioneta destartalada ante treinta o cuarenta desconocidos en ciudades donde nadie los conoc铆a. Ese fue el precio material de su visi贸n: las bandas que importan rara vez importan en su tiempo. Los que escuchaban Die Kreuzen enfrentaban un acertijo sin respuesta. No era hardcore puro. Bad Brains y Germs estaban presentes, s铆, pero con algo que el punk rechazaba: estructura fragmentada pero deliberada, cada segundo obsesionado consigo mismo. El disco oscilaba entre la violencia primitiva y una arquitectura sonora que tocaba Sonic Youth, The Melvins, territorios donde el ruido se convert铆a en m茅todo compositivo en lugar de accidente.
Canciones que rara vez superaban sesenta segundos. Pura batalla entre ritmo, guitarra y el desgarro de Kubinski. Las sesiones estaban atravesadas por 谩cido y alucin贸genos, no como adorno sino como verdadero protocolo compositivo. Die Kreuzen no escrib铆a canciones, documentaba un viaje hacia un destino que ni ellos pod铆an nombrar. Para el hardcore, demasiado extra帽o. Para los metaleros, incomprensible. Esa incompatibilidad fue su genio exacto. Simult谩neamente en Minneapolis, Husker D眉 estaba realizando cirug铆a similar: llevando el punk a territorios que el g茅nero no reconocer铆a como propios. Die Kreuzen y Husker D眉 fueron los arquitectos invisibles del ruido que gobernar铆a los noventa: noise rock, grunge, metal alternativo. Su influencia fue tan profunda que cuando lleg贸, casi nadie not贸 que ya estaba aqu铆.
Hoy, cuando escuchas ese debut, los noventa aparecen en capas. Oyes a los Melvins refinando aquella crueldad r铆tmica. A Soundgarden atrapando esa tensi贸n entre disonancia y melod铆a oscura. A Nirvana explotando comercialmente todo lo que Die Kreuzen hab铆a plantado en territorio deshabitado. El 谩lbum funciona como puente temporal, pero no porque sea un documento hist贸rico, esa palabra nunca. Funciona porque a煤n corta. A pesar de la producci贸n casi mon谩stica de Spot, la m煤sica se reh煤sa a envejecer. No porque sea un "cl谩sico" o una "obra maestra", esas palabras vac铆as que la cr铆tica ama, sino porque duele. Sigue provocando ese miedo primario de estar dentro de algo que no deber铆a existir, grabado en secreto y lanzado como veneno en la corriente subterr谩nea. Die Kreuzen no salv贸 el hardcore. Lo ejecut贸 compasivamente. Y de sus restos emergieron los sonidos que construyeron lo que vendr铆a despu茅s.



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