Rain Dogs: Matar al Crooner y Parir al Monstruo
Tom Waits arranc贸 la puerta de una patada en 1985. No toc贸. No esper贸 permiso. Rain Dogs lleg贸 como un carnaval de medianoche donde los freaks son la realeza y las luces ne贸n se ahogan en charcos de whisky barato.
Este es el epicentro de la trilog铆a que Waits lanz贸 despu茅s de la mitad de los ochenta, un disco que respira el aire viciado de Charles Bukowski: ca帽er铆as oxidadas, esquinas donde nadie te busca, callejones del Lower East Side donde la gentrificaci贸n a煤n no llegaba a matar lo aut茅ntico. Mientras MTV vend铆a glamour sint茅tico y los teclados Yamaha DX7 dominaban las radios, Waits constru铆a algo que parec铆a extra铆do de 1930 y del a帽o 2085 al mismo tiempo. Dos a帽os antes, Swordfishtrombones hab铆a entreabierto la puerta, gracias a la influencia demencial de Captain Beefheart, pero Rain Dogs la destruy贸 completamente. El poeta bohemio que se sentaba al piano muri贸. Naci贸 otra cosa.
La banda sonora es un aquelarre: percusiones de chatarra, metales que suenan como peleas callejeras, guitarras con cuerdas tan oxidadas que parecen gemir. Marc Ribot trae disonancias cubanas y caribe帽as que nunca pediste pero necesitas. Keith Richards, s铆, ese Keith Richards, aporta sucio blues de rock cl谩sico porque ambos compart铆an una religi贸n: la m煤sica debe salir del alma sin filtros, con todas sus imperfecciones sangrando. La producci贸n es deliberadamente anti ochentas, un "j贸danse" sonoro al brillo plastificado de la 茅poca. Rain Dogs suena como si hubiera sido grabado en un s贸tano de 1920 con micr贸fonos del futuro.
No iba a prender fuego en Billboard. Pero eso nunca fue el punto. Los Pogues escucharon. Nick Cave escuch贸. PJ Harvey, Fiona Apple, hasta Rod Stewart y Bruce Springsteen voltearon a ver qu茅 demonios hab铆a hecho Waits. Los Ramones prestaron atenci贸n. Jim Jarmusch y Terry Gilliam encontraron en estas canciones el soundtrack perfecto para sus pesadillas cinematogr谩ficas. La fotograf铆a cruda de Diane Arbus, la moda subversiva de Miuccia Prada, el caos controlado de Jean Michel Basquiat, todos respiraban el mismo aire contaminado que Rain Dogs: belleza dentro de lo grotesco, poes铆a en la basura.
El gran truco de Waits fue crear algo atemporal precisamente al rechazar su tiempo. Rain Dogs no suena a 1985. No suena a ninguna d茅cada espec铆fica. Existe en su propio continente sonoro, una isla de n谩ufragos y santos borrachos donde las reglas del pop no tienen ninguna jurisdicci贸n. Es m煤sica del pasado que todav铆a no ha sido inventada, del futuro que ya olvidamos. Pocos discos logran esa alquimia.
El mejor arte nunca obedece. Rompe, destruye, reconstruye con los escombros. Waits no pidi贸 permiso para reinventarse. Simplemente lo hizo, y treinta a帽os despu茅s seguimos intentando alcanzarlo en ese callej贸n oscuro donde todav铆a est谩 riendo, con una botella en una mano y un mazo en la otra. Rain Dogs es la muestra de c贸mo escupirle en la cara a la d茅cada que te toc贸 vivir y aun as铆, o precisamente por eso, crear algo inmortal.



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