El Grito Sucio que Incendi贸 el Underground

 


Es brutal: The Fugs fueron la primera banda verdaderamente underground del mundo. No buscaban hits radiales ni discos de platino, quer铆an prenderle fuego a todo, hacerte dudar de todo lo que cre铆as saber sobre m煤sica, cultura y las mentiras que te vendieron. Su obra maestra de 1966, Second Album, no es solo un disco: es un c贸ctel Molotov de poes铆a, rabia y deseo crudo, lanzado desde el coraz贸n bohemio del Lower East Side de Nueva York. Ahora eres parte de un secreto que se empez贸 a susurrar hace d茅cadas.


The Fugs no eran rockeros, eran poetas beatniks que apenas sab铆an afinar una guitarra. Ed Sanders, Tuli Kupferberg y Ken Weaver no compet铆an con los Beatles ni con Dylan, que en los sesenta ya estaban rompiendo las reglas del rock. Ellos simplemente ignoraron las reglas. Su torpeza musical no era un defecto, era su arma secreta. Mientras Dylan tej铆a alegor铆as cr铆pticas a escala literaria y los Beatles coqueteaban con la sofisticaci贸n sonora, The Fugs se desataban, escupiendo cr铆ticas sociales tan audaces que parec铆an venir de un futuro donde el punk y el arte del performamce mandaban. Sus letras, cargadas de s谩tira y lujuria sin filtros, deb铆an m谩s a la crudeza de William S. Burroughs y Allen Ginsberg que a cualquier lista de 茅xitos.


Second Album, grabado en 1966 bajo la ca贸tica direcci贸n de Sanders y el etnomusic贸logo Harry Smith, es un collage sonoro que desaf铆a cualquier etiqueta del momento. Producido con un presupuesto 铆nfimo para el sello experimental de free jazz ESP Disk, es un desastre glorioso de percusi贸n tribal, psicodelia primitiva y mon贸logos declamados. Canciones como “Dirty Old Man” y “Frenzy” vibran con un erotismo descarado, mientras que “Kill for Peace” desarma la hipocres铆a de la guerra de Vietnam con una iron铆a cortante como navaja. La voz de Sanders no canta, acusa. Kupferberg suena como un cham谩n en plena crisis m铆stica. Esto no es m煤sica para tararear, es un feroz ritual para despertar a cualquiera del letargo cultural.


Lo que hace a Second Album tan electrizante es su negativa a encajar. No es folk, no es rock, no es proto-punk: es todo y nada a la vez. Es un gesto obsceno contra la censura de una 茅poca en que las radios temblaban ante una sola palabrota. The Fugs no solo usaron “fuck” en sus letras, lo convirtieron en un manifiesto, una rebeli贸n ling眉铆stica heredada de la Generaci贸n Beat y que anticipaba la energ铆a cruda del punk. Sus influencias eran tan ecl茅cticas como su sonido: el lamento primal de Woody Guthrie, el filo surrealista de Burroughs, el esp铆ritu an谩rquico de Ginsberg, incluso el rock visceral de Chuck Berry. Frente al sarcasmo cerebral de Frank Zappa, The Fugs eran puro instinto, incendiando el escenario con su furia sin pulir.


El contexto lo es todo. En 1965, Estados Unidos era un polvor铆n: Vietnam escalaba, las luchas por los derechos civiles ard铆an, y la contracultura apenas encontraba su voz. The Fugs, nacidos en el crisol bohemio del Lower East Side, no eran hippies de flores ni cantantes de paz y amor como The Mamas & The Papas. Eran provocadores, m谩s cercanos a los alaridos conceptuales de Yoko Ono o los drones vanguardistas de La Monte Young que a los riffs pulidos de The Kinks. Sus fans no eran el p煤blico masivo, sino los raros, los radicales, los artistas. The Velvet Underground, Captain Beefheart, Patti Smith y hasta Steely Dan atraparon chispas de su fuego. Second Album era menos un disco que un exorcismo pol铆tico, una liberaci贸n sexual, un desaf铆o al sistema.


La producci贸n era tan cruda como el mensaje. Grabado en un solo canal con micr贸fonos rescatados, algunas voces capturadas en un ba帽o por su reverberaci贸n natural, el sonido 谩spero del 谩lbum se volvi贸 parte de su esencia. Las cr铆ticas fueron polarizantes: The Village Voice lo celebr贸 como un “asalto necesario al buen gusto”, mientras que los m谩s conservadores lo tildaron de “delirio comunista disfrazado de rock”. Bob Dylan, que sab铆a de sacudir cosas, alab贸 su valent铆a. Ginsberg se subi贸 al escenario con ellos, y Burroughs los llam贸 la 煤nica banda honesta de Am茅rica. Corr铆an rumores: archivos de la CIA rastreando sus letras “subversivas”, un concierto en Central Park donde los fans se desnudaron para ahuyentar a la polic铆a. Verdad o mito, estas historias sellaron su leyenda como forajidos culturales.


Su influencia se extendi贸 m谩s all谩 de su tiempo. The Fugs no solo abrieron camino al rugido del punk o al filo del underground neoyorquino de mediados de los 70s, ayudaron a que el rock se convirtiera en un veh铆culo de rebeli贸n pol铆tica y sexual. Bandas como Sonic Youth, Television y Butthole Surfers les deben mucho, al igual que iconoclastas modernos como Beck y Nick Cave, que canalizan su caos ir贸nico. Sin embargo, The Fugs nunca saborearon el 茅xito comercial. Las radios los vetaron, los sellos grandes los ignoraron. Sanders termin贸 siendo m谩s conocido por su investigaci贸n sobre Manson en el libroThe Family, mientras Kupferberg sobrevivi贸 con lecturas po茅ticas. Su fracaso comercial solo agudiza su mito: una cicatriz en la superficie pulida del rock. Second Album es un espejo roto frente a la hipocres铆a, la violencia y el deseo reprimido de un mundo que fing铆a ser civilizado. The Fugs sab铆an que el arte no necesitaba ser perfecto, sino peligroso. Mucho antes de que el punk gritara “sin futuro”, ellos ya se re铆an del apocalipsis, desnudos y sin verg眉enza. 

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