Lulu y Metallica: La Batalla Final de Lou Reed.

 


Hace catorce a帽os, Lou Reed lanz贸 Lulu, un arma de destrucci贸n masiva que a煤n resuena como un trueno en la noche. No fue solo un disco, sino un desaf铆o, una colisi贸n entre el poeta de los m谩rgenes y los titanes del heavy metal, Metallica. Imagina a un alquimista del ruido, Reed, uniendo fuerzas con una banda que sacude estadios. El resultado no fue un pacto, sino un impacto: un monumento irregular a la audacia art铆stica. Esto es m谩s que m煤sica, es un manifiesto, un pu帽etazo a las convenciones, un espejo que refleja los bordes crudos del deseo humano. Una oportunidad para decidir si es genialidad o locura.


Retrocedamos a 2011. Lou Reed, pionero del proto punk, el jangle pop, el rock alternativo y los abismos industriales, ya hab铆a pasado d茅cadas desafiando lo establecido. Desde los himnos oscuros de Velvet Underground hasta la desolaci贸n de Berlin, Reed viv铆a para incomodar. Metallica, por otro lado, eran los reyes del metal, con riffs que mov铆an monta帽as y un ej茅rcito de seguidores. Juntarlos parec铆a imposible, como mezclar fuego con hielo. Pero Reed, siempre un visionario, vio en Metallica no solo una banda, sino un arma para amplificar de forma may煤scula su voz. Lulu no era un disco de Metallica, era de Reed, con los gigantes del metal como su orquesta, sus guitarras brutales y tambores atronadores al servicio de su narrativa implacable.


El alma de Lulu nace de las obras teatrales de Frank Wedekind, Earth Spirit y Pandora’s Box, escritas en los a帽os 1890. Wedekind, un dramaturgo anarquista alem谩n, cre贸 a Lulu como una femme fatale, una prostituta que no solo sobrevive a su mundo, sino que lo devora. No es v铆ctima, es un torbellino que arrastra a los hombres al abismo del deseo y la muerte. Reed, atra铆do siempre por los desterrados, encontr贸 en ella un eco de su alma. Sus letras, medio cantadas, medio escupidas, cortan como navajas, tejiendo historias de traici贸n, sexo y fatalidad. Metallica no lidera aqu铆, acompa帽a, sus riffs ca贸ticos son el lienzo para las recitaciones de Reed. James Hetfield, normalmente al frente rugiendo en los discos de la banda, queda reducido a coros fantasmales, una decisi贸n que enfureci贸 a los fans que esperaban un Master of Puppets renovado.


Lulu no es un disco f谩cil. Sus diez temas, extendidos en dos discos, no ofrecen ganchos ni respiro, solo un flujo narrativo implacable. Imagina la melancol铆a de Berlin fusionada con la furia cruda de White Light/White Heat o los drones abrasivos de Metal Machine Music. La voz de Reed, gastada y sin pulir, no seduce: confronta. Los riffs de Metallica, a menudo fangosos y disonantes, evocan el caos del mundo de Wedekind. El productor Hal Willner, un exc茅ntrico que trabaj贸 con Dylan y Tom Waits, dej贸 que el proyecto respirara su propio aire salvaje, evitando el brillo que un Rick Rubin habr铆a impuesto. El resultado es un asalto s贸nico, un teatro de la crueldad que te reta a no apartar la mirada. No es para d茅biles, pero Reed nunca lo fue.


El mundo entero no supo qu茅 hacer con Lulu. Tal vez, paradojicamente, Metallica hubiera tenido m谩s aceptaci贸n colaborando con Lady Gaga. Los cr铆ticos se partieron como 谩tomos: algunos lo llamaron desastre, otros obra maestra. The Wire, baluarte de la vanguardia, lo incluy贸 entre lo mejor de 2011, los medios mainstream retrocedieron horrorizados. Los fans de Metallica, esperando himnos de estadio, se sintieron traicionados, algunos incluso acusaron a Reed de ser el gran “troll” del metal. Los seguidores de Reed, en cambio, vieron una cima en su carrera tard铆a, un golpe audaz de un hombre que nunca jug贸 seguro. David Bowie, maestro de la reinvenci贸n, lo llam贸 la gran obra de Reed, una afirmaci贸n que con el tiempo parece menos exagerada. Lulu vendi贸 bien, para ser un disco de Lou Reed. El impulso por el revuelo de Metallica, ayud贸 sin duda, pero su legado no est谩 en los n煤meros, sino en su negativa a complacer.


Lulu es una paradoja: un fracaso comercial, divisivo en la cr铆tica, y absolutamente intransigente. Es el sonido de Reed abrazando el fracaso como posibilidad, quiz谩 como destino, y aun as铆 avanzando sin miedo. En la Lulu de Wedekind, vio su propio reflejo: un creador al borde del abismo, sin temor a caer. La crudeza del disco, su rechazo a ser digerible, refleja las vidas que retrata: desordenadas, humanas, rotas. No es un 谩lbum que ames de inmediato, pero tienes que respetarlo por su valent铆a. Te exige encontrarlo en su terreno, pelear con su oscuridad, hallar belleza en su brutalidad.


Pocos imaginaron que Lulu ser铆a la 煤ltima provocaci贸n de Reed. Muri贸 dos a帽os despu茅s, dejando un legado que redefini贸 la m煤sica. Este disco, su 煤ltima gran obra, es un testamento a su valent铆a. Nos recuerda que el arte no necesita permiso para existir, que puede ser feo, divisivo y a煤n profundo. Lulu no es solo un disco, es un desaf铆o. Te reta a escuchar, a sentir, a cuestionar qu茅 esperas de la m煤sica y de ti mismo. Por semanas y despu茅s meses, Lulu se convirti贸 en una compa帽铆a constante en mis aud铆fonos. Catorce a帽os despu茅s, Lulu sigue siendo un enigma. No es para todos, pero s铆 para quienes buscan algo real, algo que no se doblega ante modas o expectativas. Reed no lo hizo para las listas de 茅xitos, lo hizo para los pocos que lo entender铆an, para los que sentir铆an su pulso. 

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