La Caída de Samson: Una Tragedia

 

El escenario es un crisol, un altar cegador donde el sudor y la ambición chocan bajo el peso de expectativas imposibles. Samson Dauda irrumpió en este fuego en el Mr. Olympia 2022, un novato que se alzó hasta el sexto lugar, apenas un paso detrás de Mamdouh Elssbiay, el campeón de 2021 que, tras defender su título dos veces, cayó al quinto puesto. Hadi Choopan se llevó la corona esa noche, pero para Dauda, estar tan cerca de un titán debió arder con promesas. El Olympia no era solo un sueño: era un plano, un mapa que podía trazar con disciplina y hambre. Ese sexto lugar no fue una derrota, fue un juramento.

En 2023, Dauda descifró el código. No solo mejoró: convirtió su físico en un arma, capitalizando la forma tambaleante de Brandon Curry y la ausencia de Nick Walker para reclamar el tercer puesto, rozando los talones de Choopan. La brecha se cerraba. Su ascenso parecía inevitable, un depredador acechando a una presa herida. En 2024, golpeó. Con Walker aún fuera y Derek Lunsford, campeón de 2023, apareciendo sin condición, Dauda se hizo con el título de Mr. Olympia. Pero la victoria sonó vacía para algunos. Su físico, aunque pulido, evocaba al Ronnie Coleman inicial: prometedor, pero no trascendente. Los críticos murmuraban comparaciones con el Chris Cormier de los 90s, afilado pero incompleto. Yo también lo vi: el triunfo de Dauda parecía menos dominio y más oportunismo, un hombre aprovechando los tropiezos ajenos en lugar de reescribir las reglas.

El auge del Classic Physique, impulsado por el sexto triunfo consecutivo de Chris Bumstead, proyectó una sombra larga sobre la división Open. Los jueces parecían favorecer la elegancia sobre la masa, un cambio que posiblemente elevó a Dauda mientras hundía el físico más denso de Choopan. Dauda se inclinó hacia esto, reduciendo tamaño para perseguir una silueta “clásica”. Fue una apuesta, y falló estrepitosamente. En el Arnold Classic 2025, Derek Lunsford, renacido como un monstruo de masa en condición impecable, lo aniquiló. La derrota fue un golpe visceral, exponiendo el error de cálculo de Dauda. Había jugado a lo seguro, puliendo bordes en lugar de forjar algo revolucionario. Para el Mr. Olympia 2025, Lunsford volvió a atacar, relegando a Dauda al cuarto lugar. El depredador se había convertido en presa.

La lección de la derrota es cruel, pero Dauda no aprendió. Aferrado a la misma estrategia conservadora, subió al escenario de Praga semanas después, enfrentando a Martin Fitzwater, el campeón de Praga 2024 que ya había derribado a Bumstead en su debut en la Open. Fitzwater, cargado con el mismo hambre que Dauda alguna vez tuvo, casi lo iguala, terminando quinto a nivel mundial mientras Dauda se aferraba al cuarto puesto. La imagen fue brutal: un ex campeón opacado por una estrella en ascenso. La trayectoria de Fitzwater reflejaba el ascenso de Dauda en 2022: lo suficientemente cerca para saborear la victoria, lo suficientemente audaz para creer en ella. Mientras tanto, la tercera derrota consecutiva de Dauda no fue solo un descenso en el ranking, fue un colapso de espíritu y estrategia.

Praga se convirtió en el crisol de Dauda. Keone Pearson, el electrizante campeón de la división 212, anunció su debut en la Open, y Fitzwater juró defender su título. Dauda, desesperado por recuperar relevancia, se unió a la contienda. Fue un error catastrófico. Fitzwater no solo ganó: desmanteló a Dauda, logrando lo impensable: derrotar a tres Mr. Olympia, Bumstead, Dauda y Pearson, en un mismo escenario. El mundo del bodybuilding vibró. ¿Había superado Fitzwater a Dauda incluso en el Olympia? La pregunta flotaba como humo. La caída de Dauda no fue solo física, fue mental. Había malinterpretado el juego, apostando por el refinamiento cuando el deporte exigía reinvención. Dauda había retrocedido casi todo el terreno que había ganado desde su debut.

El bodybuilding no es solo músculo: es un tablero de ajedrez de voluntad, estrategia y audacia. La victoria de Dauda en 2024 fue una casa construida sobre arena, sostenida por ausencias y errores ajenos en lugar de una supremacía indiscutible. Ronnie Coleman, en su apogeo, no solo ganaba, aniquilaba al campo con una evolución radical, año tras año. Dauda, en cambio, jugó a no perder. Se alejó del riesgo, temiendo que los físicos monstruosos del pasado alienaran a los jueces. Pero el deporte no premia la cautela: la castiga. El ascenso de Andrew Jacked al tercer puesto y el avance implacable de Fitzwater lo demostraron: el futuro pertenece a quienes se atreven a redefinirlo.

Esta no es solo la historia de Dauda: es la nuestra. Todos hemos estado al borde del triunfo, sentido el peso de la expectativa y elegido la seguridad sobre la revolución. Su colapso es un espejo que refleja el costo de aferrarse a lo que funcionó ayer. El bodybuilding, como la vida, exige que evoluciones o te erosiones. Dauda tiene un año para reconstruirse, no solo su físico, sino su psique. ¿Podrá encontrar la claridad para superar a sus rivales? ¿El valor para arriesgar el fracaso por la grandeza? El Olympia 2026 asoma, un lienzo en blanco para la redención o la ruina. Su caída es una advertencia: en el brutal teatro del hierro y la ambición, solo los audaces escriben sus propios finales.