Metallica y su Rabioso Big Bang
Kill 'Em All no fue s贸lo el debut de Metallica: fue la declaraci贸n de guerra de cuatro tipos que decidieron que el heavy metal se hab铆a vuelto demasiado educado. Mientras Judas Priest usaba tachuelas cromadas y Iron Maiden vend铆a posters en estadios, cuatro desadaptados de San Francisco grababan con menos de diez mil d贸lares el disco que fundar铆a el thrash metal. No hubo estrategia. No hubo plan B. Solo velocidad, pobreza y la certeza de que la m煤sica en la radio merec铆a morir.
La historia real comienza con Paul Curcio, un productor de los setenta que acept贸 el trabajo porque necesitaba el dinero. Curcio no entend铆a lo que ten铆a entre manos y su 煤nica misi贸n era grabar r谩pido y barato. Esa ignorancia salv贸 al disco. Sin presupuesto para pulir, sin tiempo para segundas tomas, Kill 'Em All sali贸 crudo, saturado y urgente. Lars Ulrich tocaba la bater铆a como si estuviera huyendo de algo. Cliff Burton, m谩s fil贸sofo que bajista, convirti贸 su instrumento en protagonista donde nadie lo esperaba. James Hetfield atacaba la guitarra r铆tmica con una precisi贸n que se volver铆a est谩ndar durante d茅cadas. El sonido primitivo no fue una elecci贸n est茅tica, fue mera supervivencia.
Las canciones son manifiestos disfrazados de himnos. "Hit the Lights" es pura adrenalina sin disculpas. "The Four Horsemen", coescrita con Dave Mustaine antes de que lo echaran de la banda por borracho y violento, convierte el apocalipsis en mitolog铆a personal. "Seek & Destroy" tiene un riff tan contagioso que hasta los punks lo robaron. "Whiplash" describe con precisi贸n quir煤rgica lo que significa romperte el cuello en un concierto y sonre铆r mientras lo haces. No hay met谩foras, todo es exactamente lo que dice.
El t铆tulo original del disco iba a ser Metal Up Your Ass, pero los distribuidores se asustaron. Cliff Burton, harto de la censura corporativa, grit贸 "Kill 'Em All" refiri茅ndose a los ejecutivos cobardes. As铆 naci贸 un nombre que vivir铆a en camisetas y paredes durante cuatro d茅cadas. El detalle importa porque resume la 茅tica del disco: si algo se interpone en tu camino, destr煤yelo.
Rolling Stone lo calific贸 como "ruido adolescente sin direcci贸n" y le dio una nota mediocre. En los fanzines underground se convirti贸 en evangelio. En San Francisco, tener Kill 'Em All era moneda espiritual: quien no lo tuviera, no pertenec铆a. Las mismas revistas que lo despreciaron ahora lo ubican entre los discos m谩s influyentes de la historia. La diferencia entre el arte y el ruido siempre ha sido el tiempo.
Kill 'Em All funciona como puente. Sin los Ramones, sin Mot枚rhead, sin Venom, Metallica no existir铆a. Pero sin este disco tampoco existir铆an Slayer, Megadeth, Anthrax o la escuela del death metal sueco. Encendi贸 una mecha global. En barrios obreros de Los Angeles, suburbios de Hamburgo y garajes de S茫o Paulo, alguien escuch贸 ese sonido y entendi贸 que la rabia pod铆a convertirse en estructura. La influencia no se mide en ventas: se mide en cu谩ntos chicos decidieron que ellos tambi茅n pod铆an hacerlo.
Los mitos alrededor del 谩lbum son deliciosos. Hetfield grab贸 gran parte de su voz con fiebre y el tono rasgado que lo define naci贸 de esa enfermedad. Burton insisti贸 en usar una afinaci贸n distinta solo para hacer retumbar las paredes del estudio. La portada, una mano con un martillo ensangrentado, se dise帽贸 en una noche, bajo el efecto combinado de cafe铆na, cerveza barata y rabia. Ninguno de estos detalles est谩 confirmado, pero todos suenan ciertos.
Escuchar Kill 'Em All hoy es abrir un portal. La energ铆a no envejece: muta. Lo que escuchamos no es solo el debut de una banda. Es el inicio de una 茅tica. La prueba de que la rabia, cuando se canaliza con precisi贸n, puede convertirse en arte. Y el recordatorio de que a veces la mejor respuesta al aburrimiento es destruirlo todo y empezar de cero.



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