El underground siempre muere dos veces

 

De acuerdo a las memorias de Evan Dando, líder de los Lemonheads, su padre escuchaba a los Fugs. La primera banda underground de la historia, esa que casi nadie conoce porque el underground verdadero no sobrevive en la memoria colectiva. Dando no heredó el gusto por los Fugs, pero sí por los libros de Ed Sanders, el poeta líder de los Fugs, que dejó el banjo para escribir The Family, el relato definitivo sobre Charles Manson. Sanders entendió algo que la contracultura se niega a admitir: Manson no fue un accidente. Fue su conclusión lógica, su diploma de graduación manchado de sangre.

John Waters lo sabía cuando dedicó su película Female Trouble a Tex Watson, el más salvaje de la Familia. Dando también lo sabía cuando grabó su cover de Manson, igual que Dennis Wilson cuando metió a canciones de Charlie a los discos de los Beach Boys, igual que Guns N' Roses hasta que David Geffen les arrancó la un cover de Charlie del tracklist. Todos ellos vieron en Manson el mismo espejo oscuro del sueño americano que Sanders documentó. Hoy Dando parece la encarnación física de esa trinidad maldita: Manson, Dennis Wilson y el Dude de The Big Lebowski de los Coen. Un profeta descalzo del desastre como filosofía de vida.

En 1990, Atlantic Records le dio un contrato a los Lemonheads. Dando acababa de presenciar cómo dos de sus bandas favoritas, Hüsker Dü y The Replacements, se estrellaban contra las major labels después de años siendo dioses del circuito independiente. El underground no perdona la traición pero tampoco garantiza la supervivencia. Entonces escuchó "Sliver" de Nirvana en la radio. Esa canción era el puente: del ruido sucio de Bleach al pop distorsionado de Nevermind. Dando supo que una ola nueva estaba por romper y que él podía surfearla o ahogarse. Lemonheads había llegado al final de la vieja escuela de los ochenta, pero tenían la oportunidad de ser parte de la nueva década o desaparecer en el intento. Sabía que su banda podía alcanzar el éxito más alla de Dinosaur Jr., o los Pixies.

The Replacements escribieron "Johnny's Gonna Die" en 1981, una profecía sobre Johnny Thunders que tardaría una década en cumplirse. Thunders, guitarrista de los New York Dolls, llevó la heroína de las canciones de Lou Reed desde Manhattan hasta Londres cuando giró con los Heartbreakers en el Anarchy Tour en 1976. John Lydon lo acusó en su autobiografía No Irish, No Blacks, No Dogs de haber enganchado a Sid Vicious. La heroína que Reed cantaba como poesía, Thunders y Vicious la convirtieron en epitafio. Reed murió hace 12 años, el 27 de octubre de 2013. Ese mismo día, pero en 1977, los Sex Pistols publicaron Never Mind the Bollocks, su único disco causando un gran escándalo. Las fechas nunca son casuales en el rock: son cicatrices que se abren cada aniversario.

El 23 de abril de 1991, Johnny Thunders apareció muerto en una habitación de hotel en Nueva Orleans. Había ido a grabar su disco soñado con músicos locales. Eso nunca pasó. Esa misma semana, Dando estaba de gira en Nueva York para tocar en el mítico CBGB, hogar de sus adorados Ramones. Buscó a los sobrevivientes de los New York Dolls y les pidió ir al funeral. Quería estar ahí cuando enterraran a uno de los últimos puentes entre la vieja y la nueva escuela. Dando sería otro de esos puentes, fan de los Velvet Underground, de Steely Dan y del Another Green World de Brian Eno, tanto como de Nirvana y los Butthole Surfers. Porque eso es lo que nadie te dice: el rock no avanza, solo recicla sus cadáveres. Cada generación cree que está inventando la rebelión cuando en realidad solo está repitiendo el ritual, cambiando las velas pero manteniendo el altar intacto. Cuando Dando supo que los MC5 se reunirían, aunque sin su fallecido cantante, Dando fue el primero en levantar la mano para ofrecerse cómo reemplazo. Junto a Mark Arm de los Mudhoney, hizo una gira con los 3 miembros restantes de los MC5.

El underground siempre termina en dos lugares: en las major labels o en el cementerio. Los Fugs desaparecieron sin hacer ruido. Manson sigue vendiéndose en playeras en Urban Outfitters. Lou Reed murió respetado y admirado, aunque sin muchos fans. Thunders murió solo. Dando sobrevivió lo suficiente para contar la historia, porque se fue a Brasil y no a Berlín como Bowie, para huir de sus vicios más peligrosos. Pero todos compartieron la misma ilusión: creer que el arte extremo tiene un futuro. No lo tiene. Solo tiene imitadores y forenses que escriben obituarios disfrazados de artículos de Rolling Stone.

Esta es la verdad incómoda que nadie quiere admitir: la contracultura no es la resistencia. Es el departamento de investigación y desarrollo del mainstream. Manson regaló canciones a los Beach Boys porque soñaba con ser una estrella de la música pop días antes de ordenar los asesinatos que lo hicieron célebre. Nirvana firmó con Geffen, la misma disquera que había sancionado a Guns N' Roses por hacer covers de Manson, antes de cambiar el mundo. El underground no muere cuando lo coopta la industria. Muere cuando cree que puede sobrevivirla sin venderse o autodestruirse. Kurt Cobain fue amigo de Dando. Cobain se quitó la vida el 5 de abril de 1994. Se dice que se fue a la tumba creyendo que Courtney Love lo engañaba con Dando. La prensa esperaba que el siguiente en morir después de Cobain sería Dando. Esa sería la razón del nombre de sus memorias: Rumours of My Demise, tomado de una carta de Mark Twain. Dando sigue con su banda Lemonheads, de la cual es el único miembro oficial. Las razones por las que prefiere seguir siendo "un grupo" y no un solista son simples: en los conciertos se venden mejor las camisetas que dicen "Lemonheads" que las que dicen "Evan Dando". El underground murió hace tiempo. Lo que queda es merchandising y nostalgia empaquetada para la siguiente generación que cree estar descubriendo algo nuevo.