Jon Porras-Black Mesa
Mientras Evan Caminiti se ha ido a tierras inhóspitas y frías, su contraparte en los Barn Owl, Jon Porras se ha quedado en las áridas tierras del desierto estadohundidense, mientras que Caminiti pareciera llenarse de asombro ante la inmensidad gélida de las regiones polares, Porras se mete de lleno en la soledad, oscuridad y misterio del gótico estadohundidense, más cercano al Neil Young de Dead Man, que Caminiti, aunque ambos hermanados, Porras no llega a los extremos minimalistas de Caminiti, aunque su paleta de tonalidades pareciese más amplia, las imágenes que Porras nos trasmite se quedan en el desierto, uno misterioso y enigmático, como portal a otro mundo, y no parece quererse mover de ahí.
Black Mesa debe ser un lugar en apariencia tranquilo, pero que si uno observa con mayor detenimiento, podremos darnos cuenta que algo malo se oculta ahí, regresamos nuevamente a esos discos fascinantes en dónde sabemos que el peligro se oculta ahí, en algún lugar, aunque a primeras instancias no sea evidente, desde la quietud de Into Midnight, Porras nos avisa la clase de mágico viaje al que nos está llevando, sintetizadores atmosféricos, una percusión nativa que pareciera llevar la narración y la guitarra de Porras, que en momentos suena escuálida, otras inquietante e insistente, sin temor a meter generosas dosis de distorsión y reverberaciones, como aves de rapiña chillando mientras nos revolotean.
Blue Crescent Vision pareciera querer tranquilizarnos, sus guitarras son lánguidas y se presentan como espejismos ante nosotros, como guías en este viaje a través de grandes extensiones de arena y sitios abandonados, habitados sólo por fantasmales recuerdos, mientras que Candlelight Mirage cual tormenta de polvo se aproxima hacia nosotros, Porras genialmente nos trasmite esa sensación de desolación que solamente el solitario y criminal desierto nos puede mostrar, como la cobra, majestuoso animal, que nos ha de brindar una hermosa vista de si misma antes de atestar el golpe fatal.
Desert Flight reafirma nuestras palabras acerca de este disco, Porras no abandona su búho (hablando de los Barn Owl) y nos invita a un místico viaje por encima del desierto, nos muestra lo vasto de sus arenas, su aparente quietud, su desoladora soledad, y su magia latente, una especie de viaje a otra dimensión, una suerte de mundo Lynchiano visto a través de un lente Herzoguiano, si esto fuera posible (que si lo es…recordaran esa película dirijida por el gran Werner Herzog producida por el gran David Lynch?).
Embers At Dusk no sólo apunta a los cielos, apunta al infinito (y más alla…) apunta al cosmos, como esa música también de orígenes cercanos al desierto, que tanto pregonaba el buen Gram Parsons, llamándole Música Cósmica Americana, será que el desierto en realidad es y será siempre una puerta a otros mundos, será por eso que en el desierto se han originado las grandes religiones? Será que ese vacío que en apariencia vemos este tan lleno de cosas que en verdad desconocemos? Into The Black Mesa es puro ritual nativo traducido a destellos de la guitarra de Porras, creando tensión y después haciéndonos flotar, para después ser tomados por la percusión nativa, que conjura los espíritus del desierto, el de lobo, el del puma, el de la serpiente, el del halcón, todos ellos siendo conjurados en la mística y cósmica Black Mesa, dónde Porras crea su propia mitología.
Porras nos trae un disco que en mucho ejemplifica el Ying, para el Yang del de Caminiti, ambos en conjunto nos hacen entender la grandeza de los Barn Owl y la tremenda complejidad que deben sortear estos dos talentos para conjuntar visiones, que si bien tienen muchos puntos en común, también, a su vez son tan diferentes.
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