Black Flag, My War, 1984, Una Reseña




Black Flag, My War, 1984, Una Reseña

Por: Erreh Svaia

CRANEOSCOPIO

Los primeros discos en la historia de una banda de rock por lo general son los más interesantes, por un lado, la banda está aprendiendo a ejecutar sus instrumentos, lo cual sin duda los hace únicos, a medida que se van volviendo diestros, empiezan a perder ese ingrediente único, mezcla de ingenuidad e imprudencia que les permite alejarse de sus influencias originales, por otro lado, a la vez que la banda va madurando, van adquiriendo un sentido de introspección temprana, que los hace dejar de ver al exterior y comenzar un proceso de observación interna, me atrevería señalar que esto es lo que sucede de forma palpable con el monumental segundo disco de la banda, My War del año 1984, a cargo de los geniales Black Flag, banda de hardcore punk Californiana que había debutado con su disco Damaged y se había convertido en el icono del hardcore en la costa Oeste, vistos por muchos como los principales representantes de la violencia e intolerancia aparentemente inherentes en el movimiento, algo que la banda notó rápidamente y comenzó a buscar distancia, por un lado, la banda aún se hallaba en proceso de aprendizaje y autodefinición, por un lado, la excitante técnica en la guitarra de Greg Ginn, bastante amateur aún, pero que le permitía una versatilidad inédita en el género que le llevaba de el ataque simple y devastador de unos Ramones, a los virajes asombrosos a diestra y siniestra más propios de alguien como James Blood Ulmer y el mundo del free jazz, por otro, el vocalista Henry Rollins, con un estilo más experimental, a tope de su capacidad vocal e inquieto buscando nuevas vías de expresión como el llamado “spoken word”, dejando de manifiesto que la banda buscaba moverse y evolucionar de forma inesperada.

Una de las características principales de My War, como su título lo expone, es que se trata de un proceso interno, la banda en guerra consigo mismos, dejando atrás los himnos infecciosos del Damaged, y creando piezas de una mayor complejidad siempre dentro del contexto hardcore punk, con piezas más convulsas y un Henry Rollins demostrando una avasalladora confianza en si mismo, retando por mucho el liderato de Ginn sobre la banda, con un Bill Stevenson en la batería, compartiendo la responsabilidad como productor con Ginn (quien también ejecutaría el bajo en éste disco) y ampliando considerablemente su catálogo de trucos detrás de la batería, permitiendo una interesante dinámica que empataría a la perfección con las inquietudes sonoras de Ginn, la banda transformando aquella explosión violenta al exterior de su grabación anterior, hacia una poderosa reflexión que sin duda se reflejaría a la perfección mediante la música, la cual se volvería más densa y lenta, con un nivel de introspección y de análisis que sin duda quedaría como anillo al dedo a Rollins, cada vez más dispuesto a usar sus demonios internos como objetos de inspiración para los temas de la banda, distanciándose de la dirección que les había convertido en los amos del hardcore punk y descubriendo nuevas vías de expresión, lo cual encontraríamos en temas como Cant Decide o en Beat My Head Against the Wall, que pareciera mostrar a la banda empezando a escuchar cosas inusuales para su vieja audiencia punk, como Black Sabbath.

Escuchar temas como I Love You no dejan de resultar sorprendentes considerando la manera en que debieron ser recibidas por las audiencias originales de la banda, quienes sin duda estaba retando a sus seguidores y enfrentándolos con el fin de abrir el género y llevarlo a otro nivel, de ésta forma, la banda abría de manera explosiva las puertas a lo que sería la época dorada del Underground estadounidense con bandas como los Meat Puppet, los Sonic Youth, los Melvins, los Husker Du y los Replacements, todo gracias a la férrea voluntad de la banda por desmantelar el hardcore punk como lo habían concebido originalmente, con piezas como la taladrante Forever Time o la extraordinaria The Swinging Man, que sin duda mostraba a una banda completamente renovada y evolucionada que estaba escupiendo música completamente nueva en direcciones no imaginadas, con un Stevenson debatiéndose entre la velocidad del hardcore y la destreza del free jazz, con un Greg Ginn rompiendo totalmente con los clichés del género en algo que definitivamente conservaba la fiereza e intensidad del punk rock, pero ambicionaba la forma libre del free jazz, pero muy seguramente la gran sorpresa se presentaría tras los primeros acordes de Nothing Left Inside, un tema completamente disonante, lento y que pareciera que se está viniendo abajo, denotando la poderosa influencia de bandas como Black Sabbath, Flipper (sobre todo en Three Nights) y en especial Saint Vitus, dentro de una banda que se intelectualizaba y se adentraba dentro de los confines de su propia mente, conflictos y guerra interna de una manera prodigiosa, con un disco que nos permitiría ser testigos de tan asombrosa turbulencia, transformación y renacimiento.


  








  

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