Democracia con Libertad
Democracia con Libertad
Por: Enrique Krauze
Tomado de: Letras Libres
A juzgar por las expresiones que ha vertido Andrés Manuel
López Obrador en diversos foros y en Twitter contra la prensa independiente y
las voces críticas que disienten de él, su probable victoria podría augurar
tiempos nublados para la libertad de expresión. De acuerdo a la jurisprudencia
vigente, en la medida en que concentra la mayor responsabilidad pública, el
presidente debe mostrar la mayor tolerancia a la crítica. Es lo sensato, porque
la intolerancia predicada desde el poder es el camino más directo a la tiranía.
Costó mucho conquistar la libertad. En México, el reclamo de
libertad fue anterior a la exigencia democrática: nació en el movimiento estudiantil
de 1968. Los principales diarios lo cubrieron, en el mejor de los casos, con
timidez. Una excepción fue la gran revista Siempre!, y aun ahí había límites.
Después de la represión del 10 de junio de 1971, Carlos Fuentes declaró que
"no estar con Echeverría es un crimen histórico"; Gabriel Zaid envió
a Carlos Monsiváis (director del suplemento "La Cultura en México",
de Siempre!) esta refutación: "El único criminal histórico es Luis
Echeverría". El director José Pagés Llergo se negó a publicarla. Cinco
años más tarde, Echeverría dio el golpe al Excélsior de Julio Scherer, con la
consecuencia inesperada de que nacieran tres órganos independientes: Proceso,
Vuelta y Unomásuno. Poco después apareció La Jornada. Dependiendo de sus
lectores y anunciantes, apartada del gobierno, la prensa mexicana había
conquistado su libertad.
Recuerdo que la única información radiofónica objetiva e
inmediata que se trasmitió la noche del 2 de octubre fue en el programa en
inglés de la NBC. Heroicamente, también Radio Universidad hizo valer su
autonomía, con canciones de protesta, programas de crítica y un noticiero muy
escuchado.
En los ochenta, la radio comercial tomó la estafeta de la libertad y
promovió activamente la democracia en sus programas de información y debate.
Tras el 68, Díaz Ordaz se enfureció con la discreta
cobertura del movimiento en la televisión privada, lo cual puso en riesgo las
concesiones. En tiempos de Echeverría la relación tuvo nuevos momentos de
tensión, pero a partir de López Portillo hasta Carlos Salinas privó el
entendimiento y aun la connivencia. En la televisión no se ejercía la libertad
ni se promovía la democracia.
México vislumbró la democracia en los ochenta y transitó a
ella en 1997, cuando el PRI perdió por primera vez la mayoría absoluta en el
Congreso. Desde entonces, la prensa, la radio y la televisión han actuado en un
marco democrático. ¿Han sabido usar su libertad?
En los principales diarios, las columnas de opinión y los
caricaturistas son libres. No obstante, en algunos periódicos el oficialismo de
la línea editorial es proporcional a su dependencia de los anuncios públicos y
esta condición se ha agravado con la decadencia de los medios impresos frente a
los digitales. Por otra parte, la amenaza cumplida del crimen organizado, aliado
en ocasiones con políticos venales, ha sofocado la libertad de expresión en el
ámbito estatal y local.
La radio conserva un margen amplio de libertad. Quizá se
deba a sus bajos costos en comparación con otros medios masivos, a su alto
nivel relativo de publicidad privada y a una audiencia fiel. Pero el margen se
ha estrechado: el gobierno ha ejercido actos de censura que, aunados a la
inseguridad, han vuelto riesgoso su desempeño.
La televisión privada ha sido libre en sus noticieros; sus
programas de debate, abiertos, plurales y críticos. Ante un poder político
incontestado y quizá intolerante, ¿defenderá la libertad de expresión, la
objetividad de la cobertura y la pluralidad?
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En las redes sociales la libertad es total y debe seguir
siéndolo, pero a partir del 2 de julio los medios en México podrían enfrentar
una seria disyuntiva. Si son aquiescentes o se autocensuran, perderán
autoridad. Si son críticos, podrían ser objeto de represalias, no solo del
gobierno y sus entornos sino de los grupos más radicales en las redes, que
azuzados por un simple tuit del presidente podrían pasar de la violencia verbal
a la violencia física. La clave de civilidad la tiene el presidente: a máxima
responsabilidad pública, tolerancia máxima.
Octavio Paz tenía razón. Hay que defender la democracia y la
libertad. Si perdemos la libertad, perderemos la democracia. Y si perdemos la
democracia, perdemos al país.
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