Neil Young & Crazy Horse-Americana

Neil Young es inmortal, el tiempo pasa y el parece mantenerse, aparentemente fuera de las tendencias actuales, pero en realidad Neil esta construyendo el futuro, Young lleva gran parte de su carrera obsesionado con su país adoptivo, con lo nativo, con las verdaderas raíces del vecino país del norte, tanto que mientras Iggy Pop da rienda suelta a su obsesión con la chansón francesa, Young se adentra en canciones tradicionales del pasado estadohundidense, y demostrado nos queda aquí en este Americana, pero Neil, sólo recuerda que América va desde la Patagonia hasta los confines helados de Alaska.

Algo que hay que festejar aquí es el rencuentro de Young con esa banda de forajidos musicales conocidos como Crazy Horse, la banda con la Young ha estado en compañía por más tiempo, y en la que Young confía plenamente para sacar sus experimentaos más arriesgados con el volumen, lo cual es palpable al 100% desde los primeros brutales riffs de Oh Susannah, dónde Young dota de toques apocalípticos a esta pieza (que repentinamente pudiese recordarnos el Venus de los Shocking Blues), sonando tan primitivo y hambriento como en sus mejores tiempos, la interacción de las brutales guitarras está siempre presente, y es que Young y Crazy Horse son ante todos un grupo de guitarras en constante duelo, que se ponen al tu por tu con lo mejor que ha producido Television o Robert Quine (uno de mis guitarristas favoritos) con Lou Reed, precisamente aquí, algo de esa desgarradora guitarra de Quine, pareciera asomarse repentinamente en los atonales solos de Young.

Clementine es otra pieza demoledora, dónde la banda produce un ritmo mecánico y eléctrico, dónde Young va creando su relato, la sección rítmica en ningún momento se hecha atrás y es sorpréndete luego de tantos años que esta suene tan cercana al descarado salvajismo de los Stooges en su más alocada época, más sorprendente aún es que una figura de primer nivel como Young nos traiga esta música tan visceral apoyado por una disquera mayor, en verdad iconoclasta como siempre este Young.

Lo interesante, realmente interesante de este disco es como Young, un artista reconocido se sumerge en el folclore estadohundidense con tanta facilidad y nos deje claro las conexiones de la verdadera música del vecino país del norte, que no quedarían muy alejadas del primitivismo de los Stooges, del volumen ensordecedor de unos MC5, Tom Dula, un tema, que coincide con un Hey Joe en su narración de un asesinato, pareciera una invitación al vandalismo, los Crazy Horse suenan más despiadados que nunca, y Young está al frente de este alboroto, perversamente, con las vocales más intensas de su época, los estúpidos que veían a Young como “el padre del grunge”, aquí tienen la prueba de que Young no sólo inventó el grunge con su dedo meñique, sino también estuvo ahí en el estallido original del proto punk.

Gallows Pole pondrá una perversa sonrisa en el rostro de más de uno, mientras escuchamos como Young se monta en este toro del pasado y lo domina con singular gracia, como los Crazy Horse aparecen más justos y precisos que nunca y como Young libera esas descargas de electricidad a través de su guitarra como sólo el lo sabe hacer, por si todo esto fuera poco, los Crazy Horse se sumergen en el delicioso doo woop, combinando las habilidades de unos Beach Boys para estos ejercicios vocales e inyectándole suficiente maldad para acercarse igual a unos Mothers Of Invention, sin dejarnos claro dónde la reverencia termina y dónde la sátira comienza.

 Travel On nos aligera un poco el peso de este disco, pero en High Flyin Bird, las cosas regresan a su nivel original de alta densidad, con un Young brillando aquí con su guitarra, con un aplomo que pocos artistas de su nivel poseen en la actualidad (claro, con posibles excepciones como Reed, Dylan o Wyatt), Jesus Chariot (Shell Be Coming) es un prueba más de la incontenible fuerza de este grupo, una lección clara de los posibles orígenes de los Grinderman de Nick Cave, una banda que toca como si su vida dependiera de ello y un Young eufórico, que pareciera el jefe de una tribu, alentándolos hacia la batalla, Young se ha vuelto sin duda un maestro de la interpretación y la narrativa, sabe como ponernos la piel de gallina, como llenarnos de adrenalina, como poner tensa la situación y mantenernos al borde del asiento, con el corazón latiendo con singular intensidad, God Save The Queen, cierra el disco con una nota épica, con un Young perversamente patriótico, entonando un himno a un país que esta a punto de arder en llamas, empuñando una bandera en llamas, mientras esboza una perversa sonrisa, el año pasado Reed (junto a Metallica) nos mostró cuan brutal puede ser una leyenda del rock, este año le ha tocado a Young (junto a sus Crazy Horse) demostrarle a las nuevas generaciones cuna brutal y despiadado es un profesional cuando afila sus cuchillos y afina su puntería, la banda sonora perfecta para cualquier pesadilla patriótica inducida por una fiebre.

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